Caminos dorados ( Alexandra )

Caminaba por los dorados bosques, en un camino contorneado por las ojas marchitas de los árboles, faltos de colorido pues las hojas se habían caido. El camino dorado, formado por hojas caducas tipicas de un Otoño fuerte e intenso, delineaban mis pasos haciendo que mi vista se deleitase con ellas a la vez que con una vista plena del bosque, ya que los árboles, faltos de cubierta dejaban al descubierto su fondo. Asi árbol tras árbol que derrochaba sus hojas veía la realidad de un bosque que simplemente era eso, troncos marrones que ahora lucen desnudos su corteza, al igual que un corazón cuando es abandonado, el corazon es el árbol con las hojas y cuando este es herido caen sus hojas a modo de lágrimas dejando al descubierto el tronco. Pero ese no era mi caso, mi corazón estaba en plena primavera, por asi decirlo. Caminaba absorto de todo, pensando a la vez que las hojas acompañaban mi pensamiento. Era raro caminar por un parque el cual estaba practicamente desierto, sus únicos paseantes eran los mismos que formaban el camino. Pero eso no me incomodaba, simplemente me extrañaba. Era fascinante caminar por un mar de otoño, con mi mente actuando como barco.

Caminaba y caminaba, nada, solo vacío y colores cálidos en un desierto cuyos granos de arena eran hojas cuya vida termino para dar paso a otras nuevas. Me gustaba pisar algunas de estas hojas por el curioso sonido que hacen al crujir, me hacía sentir libre aunque pareciese irónico. Me hacía sentir poderoso y me hacia pensar que podía pisar las hojas del mas alto pino, pues todo lo que un día estubo en lo mas alto, del mismo modo caera y yo estaré ahi para pisarlo. Pensamiento tras pensamiento ejercían de fondo de mis pensamientos, a modo de canción acompñanante eterna de mi caminar.

En mi camino, y sumergido en mis pensamientos cual gota se sumerge en un vaso de agua, pude escuchar las pisadas de alguien mas dentro del desierto bosque. Sonreí al saber que no era el único en este peculiar campamento al que le gustaba caminar, o al menos salir a pasear al bosque. Miré hacía varios sitios y no encontré nada. Pensé y pensé, el ruido no podía haber sido fruto de mi imaginación, asi que decidí volver a mirar. Me paré en medio de una pasarela repleta de hojas, a la lumbre de una farola que, a pesar de ser atardecer, estaba encendida.

Finalmente encontré lo que buscaba, una figura femenina, no muy lejos de mi. Parecía que sostenía una pequeña concentración de agua en el aire, con sus manos. Me pareció curioso a la vez que peligroso, alguien así podria acabar conmigo, pero en fin...el peligro entraba en mi dosis diaria de vida, asi que fui caminando hacia ella cual viajero que encuentra un nuevo destino al que dirigirse.

Atravesé un llano repleto de hojas secas, mis pies se inundaron en estas. Parecían arenas movedizas y mis pies arrastraban por lograr salir y llegar a la otra punta del camino. Una vez lo hice, logré incorpor mis pies de nuevo al suelo. La chica se había desplazado y yo no me había dado cuenta, asi que comencé a buscar, era como si esa chica hubiera despertado en mi una sensación extraña. El peligro y la lujuria estaban dentro de mi, vinculados a la figura cuyas manos sostenían a mi peor enemiga, el agua.

La había perdido de vista, pero esa no era razón para preocuparse, volví a retomar un camino sin rumbo, pero a la vez, con uno; el de encontrar a aquella chica de nuevo. Metí mis manos dentro de los bolsillos, mientras mis pies, cubiertos por mis zapatos acariciaban el suelo, marcado de pisadas de caminantes que en antaño, no hace mucho, recorrían el mismo camino que yo, pero no creo que con el mismo destino.

Mientras mi mirada estaba fijada en cualquier detalle de aquel bosque no tan desierto como creía, escuché unos pasos y antes de que me diera tiempo a volverme y, para mi sorpresa, estaba allí la chica que hacía poco había visto y actualmente estaba buscando. Me preguntó sobre mi existencia, a lo cual yo respondí girandome y , antes de hablar, me deleité unos segundos con la belleza que emanaba del rostro de aquella poderosa chica. Tras guardar su rostro en mi memoria, seria dificil de olvidarme de aquella morena de ojos marinos.

- Soy Jack, ¿ Y tu ? - Respondí a la vez que pregunté. Mi interés se volcó en su nombre. La atracción crecía con cada segundo que pasaba frente a la joven, no sabía que me estaba pasando hasta que entendí que quizas se había producido en mi interior un amor a primera vista, un flechazo como se suele llamar. Pero...¿ No iria en contra de los principios de cualquiera ? Era teoricamente mi enemiga o, incluso mas que eso, mi perdición. Yo era de fuego y ella de agua, yo tenía el calor y ella la frialdad, ¿ Como sería algo así ? ¿ Realmente podían mezclarse ambos terminos ? No tenía las respuestas para tales preguntas, simplemente quería permanecer el mayor tiempo posible lo mas cerca de ella que pudiese.

Mis suposiciones dieron su fruto positivo, efectivamente manejaba el agua magistralmente por lo cual, solo podía ser hija de Poseidón. Me inquietó la idea de que me enamorase de la chica, no era ético, no era normal, no era...correcto, pero claro...yo tampoco era nada de eso. Mis principios se basaban el la contrariedad, era incorforme por norma. Pero algo asi me sobrepasaba... y eso hacía que tubiese mas ganas de caer en la tentación, dulce tentación.

- Encantado, Alexandra. - Dije a modo de cortesía, mi mirada se centró en sus profundos ojos, tan profundos como el fondo de un oceano azulado. Del cual ves la superficie, pero no el fondo. Parecía como si la chica tubiese una coraza hecha a medida que le impidiese mostrarse simpática o alegre. Sus dotes de superioridad no me impresionaban, despues de ver lo que podía hacer pocas cosas lo hacían, era normal que la gente se sintiese superior, al menos aqui.