Fuego, amigo mio...{Percy}

Uno, dos, tres, cuatro, cinco...no, no estaba haciendo abdominales. Samantha contaba los azulejos del suelo por los que caminaba sin pisar la raya que los dividia. Cuando se terminó el camino de piedra, alzó lacabeza y miró a su alrededor. Había tenido la suerte de poder escaquearse de las clases de lucha que a ella personalmente no le gustaban. Y aún queria esconderse de la prueba de orientación en grupo. Por lo menos en lo de lucha podía estar ella sola.

Se colocó el gorro de lana, dejando un trozo del flequillo pelirrojo por fuera que le ubría casi la mayor parte del ojo derecho y la mitad de la mejilla. Lo peor era que se había olvidado ponerse el uniforme del campamento y daba demasiado el cante con unos vaqueros rasgados y una camiseta de Emily The Stranger. Agachó la vista cuando un grupo de satiros la miró con el ceño frucido y se esavuyó entre las mesas de la zona de descanso.

- Que no llamen a Damian, que no llamen a Damian...-murmuraba una y otra vez en voz tan baja que ni siquiera se oía ella misma. Sacó de su bolsillo trasero el único aparato electronico que había tenido la suerte de comprarse y todo gracias a que era de segunda mano y aunque fuera suyo, una absoluta mierda. Se sentó en una de las mesas más alejadas poniendo lo más alto posible su canción de Shooting the Moon mientras miraba como un grupo peleaban con espadas. Lo hacían tan bien que se sintió aún más fuera de lugar. Ella ni siquiera era capáz de sostener la espada en la mano sin caerse hacía delante. ¿Y pretendían que luchara en no sé qué ostias? Ja! Más les valía que no contaran con ella.

Apoyó directamente la cara contra la mesa, quedandose tumbada y aprovechando que no había nadie cerca que pudiera quejarse o regañarla. Extendió una mano hacía delante como si en vez de Samantha se hubiera convertido de repente en Pícara de los X-men, como si pudiera hacer algo. Se concentró y cerró la mano a lo Spiderman intentando que saliera algo así, por arte de magia. Cerró los ojos y se quedó esperando, con la mano extendída frente a un muñeco de madera con forma de soldado.

Grover se había ido a coquetear con las hijas de Afrodita, Annabeth se había quedado entrenando un rato más y yo... ¿Yo? Pues solo, como siempre... o bueno, casi siempre, tampoco me iba a poner en plan tremendista.

Desde que nos metimos en el Inframundo para liberar a mi madre no había vuelto a pasar nada interesante en el Campamento Half-Blood. Por supuesto, no quería que volviesen a secuestrar a ningún ser querido ni mucho menos para que pudiese hacer otra aventura, pero cuando me enteré de que era un Semidios creí que mi vida iba a cambiar para mejor, pues ya no sería un Don Nadie y ahora podría ayudar con los demás a estabilizar el orden en el mundo o alguna movida de esas, pero yo veía mi vida igual de monótona, asquerosa y aburrida que siempre, solo que con una connotación de impotencia que no me gustaba, y esto se debía a que, ahora que creía que podía hacer grandes cosas, en realidad me había dado cuenta que ser el hijo de Poseidón es... solo eso, un Semidios más. ¿Que podía beber agua cada vez que tenía sed? Pues sí, pero no es que lo viese demasiado heróico, la verdad...

Caminé a través de la zona de descanso en la que se hallaban las mesas de madera con las manos en los bolsillos y sonreí a los que estaban allí, pero ni se dignaron a mirarme. Qué rápido se olvidaba la gente del salvador de la Tierra... Mierda, ya me creía un Superman y todo.

Sin embargo, me detuve cuando escuché una música proveniente de alguna parte. Aquella canción la solía escuchar yo en clase con el mp4 escondido mientras la profesora daba la lección y yo pasaba de ella. Qué raro... ¿De pronto tenía Banda Sonora en aquel sitio?

Me di la vuelta buscando con la mirada el lugar del que provenía la música con un toque metálico, como si saliese de algún pequeño objeto, y entonces la vi. Una chica pelirroja, seguramente no más mayor que yo, con gesto de aburrimiento y el mismo aspecto que yo. Al menos ya éramos dos los que no llevábamos el traje de guerrero puesto. Apreté los labios formando un pequeño rictus, dudando en si acercarme o no. Algo dentro de mí me obligaba a acercarme a ella y saludarla. Quizá porque lucía como una persona normal y no como un Semidios y me hacía sentirme más cerca de mis raíces, o quizá porque tenía un aspecto... diferente, pero sentía que con ella algo iba a cambiar. Me miré un momento las manos, sopesando la idea, como si ellas me fueran a dar alguna respuesta, y me acerqué hacia donde estaba ella, pasando un pie con el banco de madera paralelo al suyo con una mesa en medio y después el otro, sintiendo como seguía mis movimientos con extrañeza pero una cara neutral, lo cual me incomodó algo. Finalmente me senté y me froté las manos mirando a mi alrededor, como si eso de sentarme con gente desconocida lo hiciese otods los días, y crucé mis brazos encima de la mesa, carraspeando y mirando a la chica, escuchando como la canción seguía sonando. Apreté una vez más los labios en una sonrisa, observando su mano colocada en una postura rara, como si quisiese hacer algo. Arqueé una ceja y esbocé un gesto de extrañeza.

-¿No deberías estar en el campo de entrenamiento?

La pelirroja miró con los ojos entrecerrados a aquella figura de madera. Siguió concentrandose como había visto en tantas películas e incluso apretó los musculos de la mandibula para hacer más fuerza o lo que estuviera haciendo. Seguramente, en ese momento sería capáz de doblar nua cucharilla. Pero claro, una cosa era una cucharilla y otra cosa era encender el fuego.

Si hubiera sido por escuchar, Samantha no se hubiera dado ni cuenta de que alguien se acercaba para sentarse a su lado. Por detrás de la figurita de madera pudo ver como un par de vaqueros se acercaban y se movían pasando las piernas por el banco que estaba en frente de ella. Sammy tuvo tiempo de quitarse los cascos, tirando del cable que los mantenía sujetos a los oidos y los dejó caer hacía su regazo. Aún mantenía la mano extendida sin fijarse en quien era el que se acababa de auto-invitar.

Cerró los ojos unos instantes y cuando los volvió a abrir...la figura le miró con sus ojos artificiales y una sonrisa que a Samantha se le hizo burlona. Cansada, encogió el brazo hasta colocarlo debajo de la mesa y alzó la vista hacía el chico moreno. Le escuchó y abrió la boca, pero se lo pensó mejor y se encogió de hombros sin decir nada y recogiendo de la mesa el soldadito dandole vueltas en sus manos.

Seguramente el chico esperaría a que ella dijera algo más. Pero se iba a dar con un canto en los dientes de que no le hubiera ignorado. Le miró de reojo y se mordió el interior de la mejilla. Sabía quien era por lo que había escuchado al llegar al campamento. Una chica de su grupo de orientación había contado la gran historia del hijo de Poseidon y bla bla bla. Samantha se había alejado un poco, encogiendose en un lado y abrazandose la rodilla solo recibiendo cosas sueltas como que su madre había sido raptada, que los había salvado a todos y todo ese rollo. A los cinco segundos se había vuelto a poner el iPod en los odios.

La pequeña sonrisa resbaló de mi cara como si fuese algún tipo de líquido desagradable y me humedecí los labios frunciendo el ceño y desviando la mirada hacia la mesa. Genial, ahora hasta los nuevos me ignoraban... Eso que no me conocía de nada y ya parecía caerle mal. Apoyé mi barbilla en una de mis manos y miré hacia otro lado, aburrido, sin decir nada, contemplando a los demás que conversaban animadamente y algunos otros mostraban a los demás con altanería sus poderes adquiridos. Había uno que estaba haciendo una hoguera con llamas verdes en el centro de la mesa y los demás miraban asombrados. Me daban ganas de apagarlo de un soplo... O en mi caso, de una ahogadilla.

Pudieron pasar minutos, o al menos a mí me lo parecieron, sin que ninguno de los dos hablásemos. Volví a mirar a la chica con la barbilla todavía apoyada en mi mano, tapando medio labio. La observé en silencio con gesto pensativo, concentrado, como si quisiese ver a través de ella. Era extraña, pero no de la forma en el que la gente se apartaba de una persona... O quizá sí, dependiendo de quién la mirase. Seguí mirándola, frunciendo el ceño levemente. Aquella chica me desconcertaba.

Tanto ella como él se quedaron en silencio. Un silencio pastoso roto por las bromas y chiquilladas de todos los que estaban en grupos alrededor de la zona de descanso. Seguramente las clases ya se habrían acabado o eso por lo menos esperaba Samantha. Ya había acabado el preligro de ser castigada o lo que se hiciera en un campamento de semi-Dioses. Esque ella no había estado en muchos que digamos.

Agachó la vista y cogió los cascos de su máquina de música que no se merecía ni siquiera a llevar el nombre de MP4 que había dejado encendida y que comenzaban a escurrirse hasta el suelo lleno de tierra. Los salvó a tiempo de esuchar como I belong to you de Muse comenzaba con un rasgueo de guitarras. Pensó que era de mala educación tener la música encendida cuando había delante gente. Aunque más de mala educación era no responder cuando te hacía una pregunta.

Alzó la vista y se cruzó con la mirada aburrida del chico que por amabilidad, seguramente, se había sentado con ella. Samantha se tocó la frente disimuladamente por si estaba sangrando. Después se llevó los mismos dedos a la nariz por si acaso el acne que había tenido desde adolescente había echo acto de presencia. Nada. Resopló disimuladamente aliviada por no estar haciendo el rídiculo.
Entonces decidió hacer algo. Ya que...que...Paul? No...Peralto? Nha...Bueno no tenía ni idea de como se llama exactamente. Ya que X había tenido la...¿pena? de sentarse junto a ella lo único que debería decir era...algo.
Abrió la boca como si fuera un boquerón para presentarse cuando una voz que no era la suya se oyo.

- Vaya, vaya...- Samantha tragó saliba y agachó la cabeza mientras se giraba y veía un par de patas de caballo que más arriba se convertían en el torso de un hombre. Mierda, pillada...y solo era el segundo día que estaba allí.

Alcé las cejas, instándola a continuar, pues percibí que había hecho un ademán de decir algo, pero alguien nos cortó la conversación... Si podía llamársele así.

Desvié mi mirada hacia el centauro que se había puesto al lado de la chica con los brazos en jarras. Jamás lo había visto por allí, por lo que suponía que: o era nuevo, o era autista.

-Samantha, ¿qué te he dicho de saltarte el entrenamiento? ¡Justo lo que más necesitas! Ven, te llevaré ahora mismo.-dijo cogiendo el brazo de la chica pelirroja con el supuesto nombre de Samantha. Aunque no la cogió con brusquedad, yo me lo tomé como si hubiera sido así y fruncí el ceño, poniéndome de pie.

-Perdone... Em...-dije frunciendo aún más el ceño, como si concentrándome pudiese averigüar su nombre. El centauro frunció el ceño como yo.

-Damián, y tú también deberás estar entrenando. No sé en qué deberá estar pensando tu protector para dejarte por aquí suelto...-dijo mirándoma de arriba a abajo. Arqueé una ceja. Conque era el protector de Samantha, ¿eh? Pues no me había caído demasiado bien... Además, no se le notaba cercano, y yo estaba segura de que aquella chica necesitaría a alguien mejor, alguien como Grover, que me conocía desde parvulario y podía contar siempre con él. Quise contestar, pero el centauro se me adelantó con una mueca burlona.-Vaya, vaya... Ya caigo. Tú debes de ser el importantísimo Percy Jackson, hijo de Poseidón.-dijo sin ninguna connotación de respeto, más bien de burla.-Seguro que por ser quién eres te crees con el derecho de perder clases, ¿verdad?-preguntó alzando las cejas. Apreté los labios, cabreado y ofendido, pero no me dejó hablar, pues miró a Samantha.-Venga, te vienes conmigo. No te conviene estar con chicos con el ego más grande que su dignidad.

Acto seguido, la hizo levantarse del sitio y la empujó con él. Entre que me había caído fatal por lo que me había dicho y que no me gustaba el trato que le daba a Samantha, por muy responsable y protector suyo que fuese, decidí tomar medidas al respecto. Miré a mi alrededor y me percaté de unos chicos que hacían una especie de sopa hirviendo en un caldero con una fogata. Algo dentro de mí hizo "clic". Genial... La sopa también llevaba agua, ¿no?

Levanté una mano imperceptiblemente y tensé los músculos de ella, sintiendo como el poder del agua corría por mis venas y me oncentraba en el caldero. Cuando noté que tenía aquello controlado, miré al centauro decidido e hice un movimiento con la mano muy rápido, haciendo que el contenido del caldero viajase como por arte de magia de él a la cabeza del centauro.

Todo pasí muy rápido. Los que estaban haciendo la sopa se quedaron asombrados y enfadados, y buscaron con la mirada la fuente de aquello. Salté por encima de la mesa mientras el centauro se revolvía y relinchaba por el dolor de la sopa hirviendo y cogí de la mano a Samantha mientras me la llevaba de allí corriendo bajo la mirada de curiosos, molestos y burlones.

-¡Venga, vamos!-le dije mientras escapa con ella de allí. No literalmente, por supuesto, del campamento no salimos, pero al menos sí del perímetro de la zona de descanso, adentrándonos en el bosque. Cuando estuve lo suficientemente cansado me agaché junto a ella junto a un árbol, dejándome caer sentado, y resoplando de cansancio. Miré de reojo nuestras manos entrelazadas y la solté como en un espasmo, carraspeando. Cuando asimilé todo aquello, me di cuenta de lo que había hecho. Era un chico de impulsos, pero aquello se llevaba la palma.

-Lo siento, pero tu caballo con cara de gilipollas se lo merecía.-dije sin mirarla directamente.

Resopló cuando Damian la sujetó del brazo y tiró de ella para devolverla al campo de entrenamiento. Que le iba a hacer. Su suerte del día se había terminado y ahora le tocaba sufrir las consecuencias.
A cualquier otra persona que le dijeras que no tienes que estudiar ni matematicas, ni historia, ni lengua, ni física, ni siquiera plática, sería como decirle que te encuentras en el paraiso. Y para muchos de lo que esyaban en ese campamento era el paraiso. Excepto para Samantha.
Ni siquiera iba a las clases de ballet que ofertaban gratuitamente en el orfanato porque su equilibrio y motricidad era comparable al de una ballena fuera del agua.

Samantha alzó la cabeza cuando escuchó hablar al chico que minutos antes había estado con ella. Sacudió la cabeza intentando indicarle que lo dejara estar que era su amigo a pesar de que se había tomado el cargo de protector demasiado a pecho. Samy se sintió sacudida cuando Damian reconoció a...¡Eso! Percy.
Sam frunció los labios en una fina línea sintiendose mal por como Damian estaba tratandole. Pero no dijo nada. Samantha Vreen nunca decia nada.
Dejó que siguieran encarandose el uno con el otro agachando la cabeza y sintiendo la boca acida por las pastillas. Una nueva sacudida del brazo hizo que me moviera de nuevo con dirección al campo de entrenamiento.

Lo demás ocurrió tan rapido que Samantha pensaba que no estaba ocurriendo. Vió volar una especie de líquido que golpeó a Damian en la cara y comenzó a relinchar y a dar coces. Su rostro peligró en el momento que vió una de las patas adornadas por una herradura que se acercaba a sus ojos.
Pero por suerte alguien la apartó, cogiendola de la mano y haciendola correr fuera de la zona de descanso. Sam iba tropezandose con piedras, plantas y todo lo que encontraba a su paso hasta que por fí Percy se quedó parado junto a un árbol. Samantha se tiró tambien junto a él.

Sam entornó los ojos cuando soltó su mano y se frotó la muñeca que había estado amenazando con salirse de su sitio durante toda la carrera. Se frotó los huesos doloridos, encogiendo las piernas hacía ella y mirando de nuevo al suelo. Una sonrisa divertida se formó en sus labios al escucharle y sacudió la cabeza.

- Gracias...supongo.-murmuró volviendose a encoger de hombros pero insegura. Alzó la vista. ¿Se habrían metido en más problemas de los que debían? Seguramente, y conociendo a Damian como le conocía...sí.

Me froté el brazo algo violento por la situación y desvié la mirada, mordiéndome el labio inferior por dentro. Suspiré levemente y abrí la boca girando la cabeza hacia donde estaba Samantha, haciendo ademán de hablar, pero al final volví a cerrarla y miré al frente, apretando las mandíbulas.

Agaché la mirada, sin saber qué decirle. Ahora que estábamos los dos allí, sentados al lado de un árbol, la situación se me antojaba realmente estúpida. Además, la idea que me había venido a la mente me lo parecía más aún y no dudaba en que la chica se quedaría con cara de gilipollas en cuanto lo formulase en voz alta. Volví a mirar a la pelirroja y fruncí el ceño, armándome de valor, aunque preferí dar algún que otro rodeo a la conversación.

-¿Cómo puedes aguantar a ese imbécil como protector?-pregunté de forma algo brusca.-Yo no aguantaría ni una hora con él, me recuerda a...-me acordé del hijo de puta de mi padrastro y, por consiguiente, de mi madre. Hacía semanas que no la veía, y todo porque no podía salir de allí pues entonces mi vida peligraría bastante. Desvié la mirada de nuevo. La echaba de menos. ¿Se estaría cuidando bien?

Se echó hacía atrás para conseguir apoyarse en el tronco del árbol, echando la cabeza hacía atrás y jugando con un hilo suelto que tenía en el pantalón. Comenzó a tirar del hilo y después empezó a hacer circulos dentro de uno de los boquetes que tenía el pantalón. Acabaría al final con un pantalón corto como siguiera así.
Samantha miró de reojo al chico que tenía cara de atontado mirando al frente. Por lo menos así podía intentar pensar en el por qué. ¿Por qué sin conocerla de nada la había ayudado aunque fuera en contra de su protector?

- No es tan malo. Creo que era el único que había...-murmuró rascandose el lateral de la nariz y mostrando una mínima sonrisa antes de hacerla desaparecer. Se quedó quieta escuchandole y pestañeó un par de veces.- ¿A? ¿Tu protector es su hermano gemelo...?- intentó bromear riendose entre dientes, volviendo a mirar al suelo. Se sentía que estaba hablando demasiado. Miró la hora en su reloj de muñeca. Dos horas. Dos horas tenía aún para ser Sam.
Suspiró y volvió a apoyar la cabeza en el árbol.

Despegué la nuca del árbol y miré a Samantha cuando me comentó aquello. Cuando me pregunté esbocé una sonrisa de lado con los labios apretados, bufando a modo de risita y colocándome las mangas de la sudadera mientras contestaba.

-En realidad estaba pensando en otra persona, pero es igual.-entrecerré los ojos levemente, como si me doliese recordarlo, aunque en realidad aquel cabrón me la sudaba mientras no siguiese con mi madre, y relajé la expresión mirando hacia el frente, volviendo a apoyar la nuca en el árbol con el semblante serio. Aquello de ser hiperactivo y estar todo el rato moviéndose no molaba nada... Parecía gilipollas.-Mi protector es un tío genial, de hecho era mi mejor amigo antes de saber que era un...-torcí la boca.-Un bicho de estos. Un Semidios. Por eso no me gusta que tu protector sea un capullo contigo.-me quedé callado unos instantes y después recapacité, carraspeando. ¿Quién era yo para meterme en su vida? Aquello había sonado bastante... ¿De acosador?-Quiero decir... ¿A quién le gustaría tener un protector así? Se supone que te tiene que... Eso, proteger, y no dar coces y ponerse de mala leche cada vez que haces algo mal. Que te imponga confianza y tal... No ganas de matar a alguien.

Se encogió de hombros de nuevo y atrapó uno de los palos que debían de haber funcionado como ramas poco tiempo atrás. Con tranquilidad comenzó a dibujar formas en la arena, apoyando el codo en su rodilla y la barbilla en su mano.
De vez en cuando ladeaba la cabeza para mirar a Percy con curiosidad, sonriendo de vez en cuando. Cuando le tocó a hablar con ella no supo que decir. Realmente...Damian, no era un chico malo. Tenía otros motivos para haberse comportado de esa forma.

-No quiere que haga nada mal...- dijo con voz monótona mientras él seguía hablando sobre Damian. No sabía si la había escuchado pero esperó a que terminara, aún dibujando cosas en la tierra.-Me protege...demasiado.- respondió cabeceando y mirando al suelo.

Damian era el único que conocía su pasada. Bueno, y Marcus, pero él no contaba. No quería que la gente la juzgara como había echo en el pasado. No quería que Sam, se desviara de su camino. De conseguir controlar sus poderes por ir de fiesta en fiesta como la adolescente que era. A veces la trataba demasiado brusco. Eso también era cierto, pero era normal, ¿no? A ella misma tampoco le gustaría tenerse como protegida.

Torcí la boca con mis manos juntas mientras me hablaba, pensativo. Parecía estar escondiendo algo entre líneas, pero como no dijo nada pensé que sería mejor no presionarla. Yo no era nadie que tuviese que meterme en sus asuntos, bastante había metido el hocico aquel día...

Volví a mirar hacia el frente y me quedé callado, concentrado, pensativo... Como lo queráis llamar, aunque en realidad no era capaz de quitarme la presencia de la pelirroja conmigo de la cabeza. Enredé con mis manos moviendo mis dedos entre ellas y suspiré levemente. Volví a mirar a Samantha, con los ojos entrecerrados, aunque era por el cansancio... Y eso que no había hecho gran cosa aquel día.

-¿En serio que no puedes pedir a otro protector?-pregunté insistiendo en el tema, y es que parecía que hasta que no le tocase los nervios con ese tema a aquella chica no me iba a quedar tranquilo...-Yo creo que podrías, y saldrías ganando.

Entornó los ojos mirando los extraños gráficos que había dibujado con la rama de arbol. Se mordió el labio y sacudió la arena con la zapatilla de color negro anudadas hasta el comienzo del tobillo.
Ladeó la cabeza y volvió a mirar al moreno que parecía de repente cansado. Vale, la carrera había sido la tira, pero ella no estaba cansada, y solo hacía ejercicio cuando las monjas la habían obligado.

- ¿Otro protector?- repitió arrugando la nariz y miradole. ¿Tanto interes por dejar a Damian?¿Por qué?
Samantha se encogió de hombros volviendo a apoyar la cabeza sobre el tronco, con el palo en la mano dandole vueltas sobre si mismo.
- ¿Y quién iba a quererme de protegida?- ironizó en voz tan baja que solo se escuchó ella misma. O por lo menos así lo intentó.

Arqueé una ceja imperceptiblemente mirando a la pelirroja y después desvié la mirada hacia su palo, cogiendo un extremo de él, aunque fuese para hacer que me mirase.

-Pues... no sé.-dije intentando torcer una medio sonrisa y me rasqué la nuca, algo avergonzado.-¿Yo...?

Sí, era como una fuerza mística que me atraía hasta la chica. Estaba pensando seriamente en que quizá era el Destino, que nos estaba obligando a juntarnos... O puede que yo vea muchas series de ficción. Sí, quizá era eso. Maldito Lost y su teoría de la fuerza espiritual de La Isla...

FDR: Sí, un post cortito a los que suelo hacer xDD

Samantha alzó la cabeza cuando la mano de Percy paró los giros que estaba dando a la madera. Alzó la cabeza y le miró con la boca entreabierta y con el ceño fruncido esperando a que explicara porque no la dejaba seguir con aquella diversión estupida.
Y se quedó con la boca aún más abierta cuando lo escuchó. ¿Él? Apretó el palo con la otra mano y sintió como una ola de calor ascendia desde su columna, pasando por su brazo hasta llegar a su mano y por tanto al palo que comenzó a ponerse rojo.

- Perdón...- se disulpó soltando el palo para que no siguiera ardiendo. Miró a Percy una vez más y de nuevo se encogió de hombros.- Bueno...- se humedeció los labios y agachó la cabeza dejando que un mechón de pelo se escapara de detras de su oreja y se colocara en su mejilla.-Te encargas tú de hablar con...ese...- dijo arrugando el ceño por no aordarse del nombre del jefe del campamento y después se rió entre dientes.

Solté automáticamente el palo cuando sentía que me estaba quemando la mano. Me la froté con una mueca de dolor. Mira, a lo tonto había descubierto su poder...

Cuando dijo aquello, esbocé lentamente una sonrisa de medio lado y después me reí entre dientes con ella, mirándome las rodillas y quitándome unas cuantas hojas pequeñas que se me habían quedado pegadas a los pantalones.

-Trato hecho entonces.-dije extendiendo una mano como si fuese a cerrar un trato con ella y ensanché mi sonrisa.-Te prometo que para mañana ya no tendrás a ningún caballo rabioso pegado a tu culo para que hagas cosas inútiles.

Apretó los dientes, echandose hacía delante para poder ver mejor la mano quemada por su culpa. No debía de haber sido demasiado dolorosa porque pronto volvió a sonreír. Samantha odiaba su poder. Era tan...¿dañino? Que coño, era una mierda. ¿Dónde quedaban los poderes tan buenos como hacer crecer las plantas?¿Hacer nevar?¿Encender una bombilla?

Miró la mano del chico arrugando la nariz. Samantha asintió con la cabeza en vez de apretar su mano, aún caliente. No le gustaba el contacto corporal. Por miedo. ¿Si había dejado una cama a cenizas que podía hacer con un simple apretón de manos? A lo mejor nada...o convertía al hijo de Poseidón en brasas calientes.

- Esta bien...- resopló. Ahora se preguntaba, ¿cómo se lo tomaría Damian? Después de todo el siempre había estado allí y lo sabía todo. Tragó saliva. ¿Tendría que contarselo a Percy? Mierda. ¿Y si dejaba de querer ser su protector?- Esto, yo...- comenzó alzando la mirada de nuevo pero se cayó, mordiendose el labio y arrugando la camiseta entre su mano.- Nada.- dijo al final. A lo mejor podía omitir verdades o inventarselas...

Fruncí levemente el ceño y bajé la mano, disimulando mientras me rascaba una pierna, haciendo como que no tenía importancia, aunque en realidad estaba pensando qué habría hecho mal ahora para que no me quisiese dar un simple apretón de manos. Estiré las piernas y miré a la chica cuando habló, notando que de pronto se quedaba callada. Alcé las cejas.

-¿Qué?-pregunté curioso, instándola a hablar, pero dijo un débil "nada" y me cambié de postura, quedándome de lado con un codo en mi rodilla y frunciendo el ceño, algo mosqueado, inclinándome hacia ella.-No, dime.-insté aún más para sonsacárselo.

Al contrario de lo que Percy hizo, Samantha dobló las rodillas y se las abrazó con los brazos apoyando la barbilla en estas, mirando con los ojos entrecerrados. Si se lo había tomado a mal no lo demostró, y además, aunque fuera así no podía evitarlo. Esos secillos gestos de no querer tocar o acercarse a la gente siempre la habían dejado como estaba. Marginada e invisible. Pero prefería eso antes de tener que ir convirtiendo a la gente en un solomillo andante.

- Pues...que...yo...-comenzó soltando cada palabra poco a poco. Sacudió la cabeza controlandose y se echó un poco hacía atrás, separandose de auqellos ojos claros que sin saber porque la estaban casi obligando a decir la verdad.-Hablaré con Damian.- dijo, moviendo la cabeza de arriba a abajo como si fuera uno de los perros esos que van detrás en los coches.

Arqueé una ceja, aunque sabía que había algo más, pero no quise presionarla. Al menos a mí me ponía de mala hostia que intentasen sonsacarme las cosas, así que decidí no meter más el dedo en la llaga y dejarla en paz... Lo último que me faltaba era convertirme en uno de esos acosadores pesados, pues lo que me faltaba para conseguir el triplete... Disléxico, hiperactivo y además hostigador.

-Está bien, yo también lo haré.-dije frunciendo el ceño. A ver, no es que no confiase en ella... Es que si la pillaba a ella antes que a mí, seguramente corría el riesgo de caerle un marrón acojonante, y ya que había sido mi culpa la de intentar hacer un caldo de caballo... Que cargase yo con todas las culpas.

De pronto, se escuchó a alguien a lo lejos llamarme. Pude divisar la voz de Quirón. Puse cara de circunstancias y me fui incorporando lentamente.

-Será mejor que me vaya antes de que me caiga una bronca flipante...-miré a Samantha y sonreí de lado.-Si te pregunta, tú no me conoces... Ni te llamas Samantha.-ensanché la sonrisa a modo de despedida y me fui corriendo casi agachado por los arbustos, pensando en cuándo volvería a ver a aquella pelirroja.

» Relaciones de Percy
» § Galeria de fuego §
» § un fuego que nunca se apaga §